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La sanación (II): ¿terapia o sanación?

  • Foto del escritor: Marcos
    Marcos
  • 7 ago 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 18 ago

En el anterior post expuse los principios básicos que rigen toda sanación, que se resumen en una sola idea: la aceptación sincera, la integración. Así pues, la terapia ideal sería aquella en la que el paciente toma consciencia de sus emociones y las acepta con confianza, pasando de la mente —miedo— al corazón —Amor— . Esto desharía cualquier bloqueo que estuviese impidiendo la expresión de la salud —que no tiene por qué ser salud física, puede ser salud emocional—


En esto no están nada mal encaminados los que dicen que el amor es sanador, ¿pero qué es realmente el amor?


El Amor y la sanación

El verdadero Amor —lo pondré en mayúsculas para diferenciarlo del «amor mundano»— nada tiene que ver con el amor de pareja o el amor de padres a hijos. No es ese amor del tipo «lo daría todo por ti», «te necesito» o «¿por qué a mí con lo que yo te quiero?».

Sanador

Esto es algo que yo no comprendía en mis inicios, y por lo que me sentía culpable al escuchar a algún maestro decir que teníamos que «amar el alma de la otra persona». Yo pensaba: «¿pero como la voy a querer si no la conozco de nada?». Y más culpable me sentía cuando veía terapeutas que besaban y abrazaban a sus pacientes al finalizar la sesión, diciéndoles «te quiero», aunque fuera la primera vez que los veían.


Con el tiempo comprendí que el Amor, al igual que su hermana la Paz Interior, es una actitud, y no un objetivo.

Amamos, en mayúsculas, cuando aceptamos y honramos algo tal como es, sin juzgarlo.

Evidentemente, esta actitud de aceptación sin juicio es un hábito a desarrollar en el día a día y que suele comenzar con la amabilidad hacia uno mismo y la aceptación de las condiciones particulares de vida. Es un proceso largo pero que da frutos desde el primer día.


Cuando comienzas a aceptarlo todo —el dolor, la insatisfacción, el miedo, etc.—, sabiendo que no pasa absolutamente nada por permitir que dichas emociones se expresen a través de ti, descubres una paz de fondo. Te das cuenta de que detrás de cada situación, hay una paz esperando a ser elegida.

Paz interior
A través de la aceptación, comienzas a hacer de la paz tu hogar, y luego, tu identidad.

Cuando te identificas con aquello que nada puede tocar, eres capaz de ver en los demás la misma impecabilidad. Es por ello que siempre digo que mi mayor práctica espiritual ha sido y sigue siendo la aceptación.


Cuando eliges la paz y te instalas en ella, solo ves paz a tu alrededor. Ves el fondo pacífico de las cosas, no la turbación externa. Ves el fondo del mar, no las olas. Entonces dejas de ver a la persona enferma, y ves a un ser inocente que ha confundido su identidad y que está sufriendo innecesariamente por aferrarse a ella.


En este punto fue cuando comprendí aquel «amar el alma de la otra persona». La Verdad, cuando se pone en palabras, solo es comprendida íntegramente por quien vive en ella.


El sanador y el terapeuta

¿Es lo mismo una cosa que otra? Para mí existe una diferencia, aunque hay un punto donde ambos se tocan, cuando el terapeuta empieza a convertirse en sanador.

  • El terapeuta es aquel que trabaja desde la mente, aplicando una terapia que ha aprendido, con unas creencias determinadas y una serie de pasos. Esto también se da en terapias aparentemente muy espirituales. Recordemos que todo aquello en lo que uno cree sin haberlo comprendido y experimentado por sí mismo es una creencia, y por tanto, será un obstáculo a la expresión del corazón, de donde proviene la verdadera curación.

  • El sanador es aquel que trabaja desde el corazón, aplicando su intuición y teniendo como único referente la paz interior. Como conoce esta paz-confianza, puede guiar a otras personas hacia ella, independientemente de que use esta o aquella terapia.

La persona que ha aceptado la paz para sí misma y ha hecho de ella su morada habitual y su identidad está totalmente capacitada para inspirar este proceso en los demás, pero no será así en caso contrario, pues, por muy manida que esté la frase...

... nadie puede dar lo que no tiene.

Esto no significa que para ser considerado un sanador uno tenga que haber pasado por este proceso hasta el final, —si no, nadie podría ayudar a nadie—, pero ha de ser consciente de que no podrá inspirar en otros más de lo que no haya aceptado para sí mismo. Aquí es donde el terapeuta comienza a convertirse en sanador, pues descubre que hay algo que la terapia no puede ofrecer y que solo se manifiesta cuando se atreve a olvidar lo que ha aprendido para ser él mismo —escuchar su corazón—.


Primum non noscere

«Lo primero es no hacer daño». Esta es una máxima atribuida a Hipócrates que se emplea en el campo de la medicina para indicar que un tratamiento, ante todo, no debe hacer daño.


No todo el mundo se encuentra en el momento preciso para aceptar una sanación, pues las consecuencias de la sanación a veces dan más miedo que la propia enfermedad, a la que ya está uno acostumbrado. Me explico con un ejemplo extremo:

Si para curarte tuvieran que borrar de tu mente aquello en lo que crees y a lo que le das valor, ¿aceptarías?
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Mucha gente preferiría conservar sus creencias porque piensan que en ellas se encuentra su identidad. ¿Quiénes serían sin ellas? Cuando aceptamos la sanación, se disuelve una parte de lo que hemos creído ser hasta ahora. Visto desde la mente, soltar para siempre los principios, los valores, los ideales o las opiniones propias simboliza la propia muerte.


Da miedo perder nuestra identidad, sentir que esta se va a diluir en el todo, como una ola que pierde su identidad al fundirse por completo en el mar. Es por ello que solemos aceptar las sanaciones poco a poco, de forma gradual, llegando siempre hasta donde estamos dispuestos sin sentir miedo. Las personas que tienen sanaciones milagrosas son personas que ya estaban preparadas para ese momento, personas dispuestas a entregarlo todo y, por regla general, personas que se han preparado a lo largo de un proceso de aceptación, confianza y entrega.

Cuando la confianza es mayor que el miedo, la tarea del sanador es rápida y sencilla. Por eso Jesús decía: «tu fe te ha sanado». En dichos casos, la tarea del sanador es solo completar el proceso que ya había iniciado el paciente.

 
 
 

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