¿Dónde se encuentra la felicidad?
- Marcos
- 24 jul 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 30 jul
¡Vamos a empezar con un ejercicio!
Piensa en algunos de los logros de tu vida, esos objetivos que antes de hacerse realidad te hacían pensar «¡cuando lo consiga, seré feliz!». Todos tenemos logros personales de ese tipo, repasa tu pasado y haz una lista de unos cuantos logros (sobre amor, estudios, independencia, trabajo, economía, etc.)
¿Ya? Muy bien, a esta lista la llamaremos «pasado». Ahora vuelve a hacer otra lista con los deseos que tienes ahora. ¿Con qué metas piensas «cuando lo consiga, podré ser feliz»? A esta lista la llamaremos «futuro».
¿Listo?
Genial, ahora fíjate en los logros de la primera lista.
¿La felicidad que te dio conseguir todo esto en su día dura hasta hoy?
¿Está esa felicidad presente?
Imagino que no, pues si toda esa felicidad se hubiese acumulado hasta ahora, serías tan feliz que ni te plantearías leer este artículo.

¿Y qué pasará cuando cumplas estos objetivos en el futuro? Ya sabes lo que viene, pues es lo mismo que has experimentado en el pasado. Aunque los nuevos objetivos prometan una felicidad aún mayor que los antiguos, funcionan exactamente igual: en el momento en que te acostumbres al logro, este dejará de darte felicidad y necesitarás nuevas metas. La felicidad de los deseos cumplidos es siempre pasajera, por lo que se deduce que la verdadera felicidad no se encuentra en cumplir metas. Observa cada deseo de la segunda lista con el entendimiento de que, si algún día los consigues, llegará el momento en el que ya no sean fuente de felicidad, al igual que tus deseos del pasado ya no te hacen feliz ahora.
¿Entonces dónde está la verdadera felicidad?
La verdadera felicidad, aquella que realmente perdura es la que proviene de la paz interior, donde no existen deseos, metas, objetivos, cosas que conseguir. Solo hay calma, aceptación y confianza, todo está bien tal y como está, por lo que no hay esa necesidad de buscar algo que no esté aquí.
El problema es que la gran mayoría de nuestras metas no están precisamente dirigidas a la paz interior, a estar en paz con nosotros mismos o con nuestro entorno, y entender esto es clave para cambiar la perspectiva del asunto. Cuando te asalte un deseo, una nueva meta que te prometa felicidad, plantéate si tras conseguirla te sentirás más en paz contigo mismo o con tu entorno o si, de lo contrario, un día te acostumbrarás al logro y necesitarás una nueva meta. Desecha los deseos que te prometen felicidad en el futuro:
«Cuando me cure, seré feliz»
«Cuando gane dinero, seré feliz»
«Cuando tenga mi propia casa, seré feliz»
«Cuando esté delgado, seré feliz»
Porque cuando consigas todo eso, ¿qué será lo próximo?
«Sí, tengo pareja pero sería más feliz si me hiciera más caso»
«Sí, tengo casa pero sería más feliz si llegara a fin de mes»
«Sí, al fin estoy sano, pero no tengo ni idea de qué hacer con mi vida»
La paz interior

Cuando tu único objetivo es sentirte en paz contigo mismo y con tu entorno, sentirás el cambio con el primer paso que des en favor de dicha paz. A diferencia de los otros deseos, esos que te dan felicidad solo cuando son cumplidos, los deseos de paz comienzan a dar su fruto desde el momento en que decides escucharlos. Cuando prestas atención a un anhelo de paz, aparece una intuición que parece venir de algún lugar muy profundo en tu interior y que te dice «esto podría producir una gran transformación en mí». Quizás sientas miedo de la transformación que intuyes, porque no sabes adónde te llevará, o porque este cambio implicaría dejar cosas atrás, pero ser totalmente honesto con lo que realmente necesitas para estar en paz contigo te traerá regalos que jamás encontrarías entre las cosas del mundo.
Cambia la pregunta «¿qué debo conseguir para ser feliz?» por «¿hay algo dentro de mí que quiere expresarse y que estoy ignorando?
Tus necesidades más profundas o tus anhelos más puros, aquellos que te traen la paz, no hablan de conseguir, de lograr, de tener éxito, sino de experiencias, de vivencias, de procesos, de compartir. Los logros que tienen fecha en el tiempo te atrapan en un círculo vicioso que solo termina cuando te das cuenta de que te estás engañando a ti mismo.
Abandona toda búsqueda, por muy noble que esta sea, incluso aquello que llaman «búsqueda espiritual» o «búsqueda de la verdad». No busques nada en el mundo, y pregúntate: ¿Hay algo dentro de mí que estoy ignorando y que, en caso de atenderlo, me aportaría una paz y satisfacción que los deseos del mundo no me aportan?

Puedes probar también con el siguiente ejercicio: Imagina que estás en tu lecho de muerte, en tus últimos días, y que no has escuchado esos anhelos profundos de transformación. ¿Qué es aquello que no llegaste a hacer en vida y de lo que te arrepientes ahora que vas a morir?
«Me arrepiento de no haberme dedicado a lo que me gustaba de verdad, de no haber seguido mi propio camino, de no haber perdonado a Fulanito, de no haberme atrevido con aquel proyecto, de no haber sabido dejar a mi pareja por miedo a la soledad, de no haberme cuidado más».
Nadie en su lecho de muerte se arrepiente de no haberse comprado un coche o una casa, de no haber encontrado un buen trabajo, de no haber tenido más fama, nadie. Todos se arrepienten de los procesos y de las experiencias que no se atrevieron a vivir. Estas son experiencias que nos hacen estar en paz con nosotros mismos, y en esta paz vive la verdadera felicidad, que aparece con la comprensión de no tener que buscar nada que te dé felicidad.

Imagina una vida en la que puedes ser tú mismo en cualquier parte, aceptar todo lo que ocurre con la confianza de que todo es como debe ser, ganar dinero haciendo aquello que amas, aportar al mundo tus talentos y tu personalidad, una vida donde lo único que tienes que hacer para sobrevivir y para disfrutar es ser tú mismo. ¿Qué deseos podrías tener?
Comentarios